Hoy os traemos un interesantísimo artículo de la mano de Carlos Martínez Requejo, domoterapeuta, interiorista y experto en bioconstrucción.
En su apoteósico artículo nos informa sobre los efectos que tienen en el ser humano el residir en ciudades. La mayoría de ellas son poco habitables y sostenibles, pero a través de la bioconstrucción es posible crear nuevos núcleos urbanos más saludables. De esta manera, no sólo gozamos de una mejor salud si no que además cuidamos el planeta.
Esperamos que os interese tanto como a nosotros.
Más del 50% de la población mundial vive ya en ciudades, la mayoría de ellas poco habitables y menos sostenibles, y este crecimiento de la urbanización se incrementa. Solo en China se planea construir más de 400 ciudades nuevas en los próximos 20 años y unos 300 millones de chinos cambiarán su estilo de vida tradicional agrícola por el urbano cosmopolita.
Gracias al despertar ecológico somos conscientes de los impactos ambientales de la actividad humana, por ejemplo, la visión satélite nos muestra el impacto de la deforestación, muy visible en la cuenca amazónica. El medio natural retrocede devorado por la agricultura intensiva para alimentar la gran ciudad, y la mitad de la superficie de bosques y selvas del planeta ya ha desaparecido a causa de la civilización. El espacio verde, originalmente ocupado por el bosque, deja su lugar a un territorio ocre, erosionado y yermo, donde la vida no tiene ya lugar. Esa penetración en el medio natural surge de la ciudad a través de la red de carreteras, abriendo acceso fácil al tráfico automóvil depredador.
Una ciudad verde
Podemos pensar un urbanismo verde, y darnos cuenta que el manto verde de vegetación es precisamente la fuente del oxígeno, que permite toda la vida en el planeta. La Organización Mundial de la Salud fija como óptimo 15 m2 de espacios verdes por habitante. Los árboles aportan oxígeno naciente y limpian la atmósfera, además la ionizan y la llenan de energía vital, y permiten escuchar los pájaros y relajar el espíritu. Barcelona, Bilbao o Valencia, como muchas capitales españolas no llegan a los 10 m2/hab. Tokio o Buenos Aires tienen menos de 2 m2/hab, por el contrario, Viena ofrece 20, New York 23, y Curitiba llega a los 52 m2/hab.
Los huertos urbanos nos proporcionan alimentos vivos, y nos regalan ocio, ejercicio y salud, sin necesidad de gimnasio, médico ni farmacia. Las cubiertas y fachadas verdes son otra opción que reduce la polución y ahorra energía. Una planificación ecológica debe crear continuidad desde el huerto al jardín, al parque y al bosque, creando pasillos ecológicos, que favorecen las migraciones, conservan la biodiversidad, y permiten al ciudadano integrarse en la naturaleza sin salir de la ciudad.
Al sentarnos a pensar “otra civilización” debemos replantear la construcción de ciudades. Pensar si queremos seguir encerrados, sin aire ni sol, dentro de edificios enfermos, o si queremos pasar varias horas cada día atrapados en el transporte, o quizás debemos replantear el diseño urbano y la movilidad de las personas. Los suministros de agua, electricidad, combustibles, materiales y alimentos traídos de cientos de kilómetros representan otro enorme impacto sobre el territorio, con un coste energético insostenible. El establecimiento del estándar de la “casa pasiva” nos dice que ya es posible el edificio de energía cero y la inminencia del “peak-oil” sugiere plantear urgentemente la ciudad autosuficiente.
Aunque desde una visión romántica quizás nos gustaría, no invocamos la “vuelta a la arcadia”, y no proponemos como solución global la vida neorural de la ecoaldea, ni tampoco la ciudad jardín, con una edificación dispersa que invade el territorio. Nuestro objetivo debe ser diseñar ciudades compactas, ecológicas, autosuficientes, socialmente justas, ambientalmente saludables y amigables con la Madre Tierra, esa Naturaleza que las soporta y las envuelve. El diseño de permacultura nos invita a ver la ciudad como un organismo, un ecosistema complejo, cuyo metabolismo armónico permite la vida de las personas. Somos parte de Gaia, un planeta vivo, y la bioconstrución, que toma conciencia de la relación simbiótica con toda la biosfera, nos permitirá tener una casa sana y una ciudad sana en un planeta sano.
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